Cuando hicimos el suelo del portal en la Casona creíamos que iba a brotar de un momento a otro un manantial en el centro mismo, si parecía que sonaba agua allá abajo. Humedad no le falta al portal, incluso en los meses del año más cálidos. Son paredes de piedra, la casa está construida sobre piedra, como casi todo el pueblo, y las montañas que rodean a la Villa colaboran mucho en la formación de manantiales subterráneos, que con los años y el esfuerzo del pueblo, se han ido convirtiendo en bonitas fuentes, repartidas en los sitios mas prácticos y estratégicos del pueblo.
Y están llenas de historias, antes era muy típico ver a las madres tejiendo en corrillo junto a una fuente, o acunando al mas pequeño de la familia mientras los niños correteaban en torno a la fuente o incluso, y sin querer, aterrizando en todo el fondo. Como aquella vez que el tranquilo de Eliseo no sabía por dónde coger al pequeño Alfonso en la fuente de Socastillos, si por donde cayó el niño o esperar que dejara de dar vueltas y saliera por debajo del pasillo. Y es que Socastillos es la fuente por excelencia en Oña. Es la que da la bienvenida a los visitantes que llegan desde Bilbao o Santander, y donde terminábamos reunidos las pandillas en las noches de verano alrededor de un fuego, como de campamento, pero con un preparado de cap, calimocho o lo que se terciase.
Ya en el pueblo, y según se sube por la calle Barruso, el visitante se encuentra con una antigua fuente, junto a la casa del rey. Pillaba muy a mano de camino a la antigua escuela, menudas batallas de agua que se montaban por entonces. Siempre apetecía, y sigue apeteciendo hoy en día, dar un buen trago de agua, al ir o al venir calle arriba o calle abajo, y eso que es difícil, casi imposible, no mojarse.
Llegamos a la plaza del ayuntamiento y a la izquierda queda la iglesia de San Salvador, a cuyos pies había tradicionalmente una fuente que antiguamente parecía ser el centro neurálgico del pueblo, luego se asfaltó el pueblo, se modernizó la fuente se rodeó de madroños y siempre ha sido el punto preferido para las fotos por ejemplo de las comuniones, o el día de los ramos, y … ¡cómo no! la última y más famosa foto en Oña, la foto del Milenario.
A 20 metros, bajo las escalera de la iglesia, se encuentra la fuente del Pestiño. El recuerdo de la infancia mas relacionado con esta fuente, además de las idas y venidas desde la plaza para refrescarse o esconderse en la zona oscura por donde el molinero en los juegos del escondite, era ver a Abundio subir por la calle Barruso con las vacas para que se dieran su trago diario en el Pestiño. Un día apareció pintado un paso de cebra a mitad de camino y allí estábamos los niños observando curiosos a ver si las vacas respetaban el paso, y fue que no, pero si dejaron muestra de identidad con una de esas deposiciones como solo ellas sabían hacer.
Subiendo hasta el Monasterio se encuentra el jardincillo y por supuesto una fuente con chorros de agua decorativos en el centro del mismo. Aquí me viene a la memoria una anécdota que en algún momento oí contar a Lute, el alguacil del pueblo por entonces. ¿No van en el hospital (hace años el monasterio estaba destinado como hospital psiquiátrico) y les encargan a unos internos que vayan a remover la tierra al jardín (del hospital se entiende) con unas hazadillas? y ni cortos ni perezosos se salen hasta el jardincillo del pueblo y allí que se les encuentra Lute removiendo los rosales, tan bonitos como lucían por doquier y ellos tirando su tierra a la fuente. ¡Señor enfermero, tenía que haber matizado mejor, hombre!
En la mismísma plaza donde se ubica el jardincillo, llamada coloquialmente plaza del convento, se ha instalado recientemente en el centro una estatua del conde Don Sancho, con motivo del milenario. En dicha plaza, justo enfrente del Monasterio, hay una casa centenaria que actualente están restaurando con un gusto excepcional y que, afortunadamente podremos disfrutarla todos porque parece que van a impulsarla para restaurante o cafetería, será el rincón mas acogedor del mundo.
Pero la fuente de Oña, la mas protagonista de todas las fuentes, es la que hay en el centro de la plaza de los árboles, la otra plaza, su nombre propio «Plaza del Padre Cereceda». Con sus cuatro lados, un caño en cada lado, cayendo el agua que rebosa a la parte de abajo donde antiguamente bebían los rebaños de cabras, cómo dejaban todo lleno de «cagalitas» a u paso. Ya no hay rebaños, ahora es la plaza donde cada viernes se pone el mercadillo, donde cada Septiembre se celebra la feria de artesanía, donde cada fiesta de verano se celebra la berbena Camp, esa plaza tan socorrida para comidas multitudinarias de celebraciones como el fin del Cronicón, las comidas de las peñas o los concursos de tortilla de patata. Tiene mucha vida la plaza de los árboles y por supuesto su magestuosa fuente.
Desde la plaza de los árboles, se inicia el camino hacia la sierra de Oña o, también algo mas cercana, una de las entradas a la casa de los Montes Obarenes. Nada mas iniciar el camino está el lavadero y junto a él una fuente manando agua sin parar para matener lleno el pilón sobre el que va cayendo. El momento de mas apogeo en torno a esta fuente será posiblemente en la feria de la gastronomía, rodeada como se pone de apetitosos puestos con biscochos o típicas tortas de jijas, entro otros muchos puestos.
Otro paseo interesante es junto a la ribera del río, un sitio desde siempre conocido como La Presa, donde de niños se antojaba una especie de selva, con grandes árboles, chopos en su mayoría, y con unas cabañas increíbles que los chicos se construian en las ramas mas fuertes de los árboles. Allí es donde le cayó la cascaja en la cabeza de Miguelón, casi le mata, menos mal que ha tenido siempre la cabeza muy dura, de recuerdo le queda una considerable cicatriz. Allí es donde ibamos mi mejor amiga de la infancia y yo a leer los tebeos, jugar al veo-veo o investigar la chopera como si de exploradoras se tratara. Guardabamos secretos utilizando cristales semi enterrados y con un papel de plata o de oro como fondo. Por allí también había agua subterránea que brotaba libremente entre los matojos buscando desembocar en el caudaloso río. Con el tiempo la chopera se transformó en una zona de paseo, con posibilidad de hacer deporte y por supuesto con una considerable fuente de dos caños. Se limpió la maleza, se plantaron variedad de árboles, se colocaron mesas y bancos de piedra y madera para tomar cómodamente una merienda en familia o con la pandilla en los cálidos días de verano, y una pergola que ahora es lugar de reuniones para los mas mayores, o para las pandillas de los mas jóvenes, según horario disponible de unos y otros.
Siguiendo ese paseo por la carretera se llega a la muralla, restos de otros tiempos donde Oña pareció estar amurallada, como tantas otras Villas de la época. Últimamente se está recuperando y con mucho acierto. De siempre ha existido allí una cascada que sale de entre las huertas que hay sobre la carretera. Al tiempo que han recuperado los restos de la muralla se ha acondicionado la cascada, quedando un elemento muy acorde y de lo mas relajante que invita a pasar un rato observándola y escuchando el chapoteo del agua al caer sobre las rocas.
En torno a lugares tan entrañables como este nacen ideas de mucho interés para la Villa, como es un hotel-restaurante, La Muralla, que actualmente está construyéndose con un diseño totalmente integrado con el lugar.
Por fin llegamos a la salida de Oña, o entrada, según si venimos desde Burgos, Logroño o Vitoria. Ahí está Sotillos, la vieja fuente que da la bienvenida a los visitantes y calma la sed de los viajeros que conocen que, como el agua de Oña, en pocos sitios podrá encontrar agua tan cristalina, fresca y directa de las montañas a sus fuentes, esas fuentes, amiga Alma, que son el orgullo del pueblo de Oña.