Las tardes a Socastillos …
En verano los días de entre semana nos llevaba Lucy a Socastillos, qué bien se pasaba correteando y jugando con el agua de la fuente, eran como cascadas de agua heladora, aún en verano estaba que cortaba.
Al principio de vivir en Oña, y viniendo de una zona de cereales sin montañas, cercana al páramo, asustaba un poco eso de estar rodeados de montañas y mas pasear pasando casi debajo de aquellos peñotes que hay antes de llegar a la fuente de Socastillos. Pero al cabo de un tiempo Lucy se atrevió por fin; malo ha de ser que se caiga justo cuando pase ella con la prole. Aunque mas de una vez vió, pasado un tiempo, rocas en medio de la carretera que se habían desprendido de la montaña, por suerte sin provocar accidentes que lamentar.
Solía coger la sillita del niño pequeño, a los mayores agarrados a cada lado de la silla, una bolsa con las meriendas y las chaquetillas para el frío, y a caminar hasta la fuente. Se repetía esto casi todas las tardes que el tiempo lo permitía.
Un día estaban jugando los chicos, tenían unas gafas nuevas de bucear, estaban impacientes por estrenarlas, y a Fernando se le ocurrió tirarse de cabeza, como los buenos. Se pegó un porrazo contra las piedras rompiendo el cristal de las gafas, no se hizo mucho pero el susto fué tremendo. Menudo se puso Lucy, ¡venid aquí los tres ahora mismo! mira que vender gafas de niños que se pueden romper, habrase visto. Con la velocidad del rayo quitó los dos cristales a las gafas aún completas y a correr de nuevo. Allá iban Fernando, Carlos y Rafa corriendo a la fuente a bucear de nuevo con sus estupendas gafas, con su tubito para respirar y todo pero, eso sí, ¡sin cristales!
Los domingos al Ebro …
Si a diario tocaba paseo a Socastillos, el domingo tocaba ir un poco mas lejos: a Balmoral. Era para pasar el día entero, llevábamos la tortilla de patata y todo. Primero en el bajo de la sillita del mas pequeño de la casa, posiblemente Rafa. Lucy tiraba de la silla con energías y Eliseo miraba el tendido eléctrico del camino para comprobar que todos los postes seguían en su sitio. <<Eliiii, cuida de ese niño, que le va a pillar un coche … y no cruces que se va detrás de ti y no te enteras.>>
Pero luego llegó el DIANE6. Jo qué coche. Cabíamos los cuatro atrás, que éramos por entonces, y aún sobraba sitio para los otros cuatro que estaban por venir. Pero cómo olía los domingos el coche ¡hummm! Las tortillas de patata y los filetes rebozados, daban gloria. Y ya que nos poníamos en viaje llegábamos hasta el pinar de El Ebro.
¡Qué domingos! como los veraneantes, eso sí que era pasarlo bien: ¡A que no llegas hasta la roca! ¡Mira, mira mamá que me tiro de cabeza! Fernando era el mas atrevido de todos. Como había aprendido a dar dos o tres brazadas seguidas ya podía cruzar hasta la roca, eso sí con flotador. El remanso del Ebro era peligroso porque decían que en el centro medía lo menos7 metros, desde luego no se hacía pié ni queriendo. Y llegar a la roca cansaba, sin posibilidad de descansar a medio camino.
Ese día Fernando estaba a puntito de llegar a la roca cuando se le enredó el flotador en los pies. Glub, pap, glup, papá, glub, pap. Lucy que lo vió: “Eliii, ese crio, Eliiii que se ahoga hombre vete rápido”. Todos en la orilla mirando a Eliseo. “Ya vooooy”, decía éste.” ¡Chofl! … ¡chofl! … ¡chofl! Nada igualito que un hipopótamo, pensábamos todos asustados, imposible que le de tiempo a llegar. Avanzaba sólo con el brazo izquierdo. ¡Pero vete mas deprisa!, gritaba Lucy, y ella sin saber nadar. En la playa de Bilbao lo intentó una vez pero en cuanto levanta los pies del suelo ¡Zas! se le hunde la cabeza y solo se le ven los piececillos a flote.
Eliseo llegó por fin a la roca pero Fernando mientras tanto ya había aprendido a nadar, a la fuerza, primero con los pies enredados en el flotador y luego, ya sin flotador ni nada, cuando consiguió soltarlo. A partir de ese día ya formaba parte del grupo de valientes que cruzaban el Ebro hasta la roca.
Eliseo hacía de barca en el Ebro …
Lo mejor del Ebro era cuando nos subíamos todos en la tripa de Eliseo a modo de barca. “¡Que me vais a ahogar, mamelucos!”. Estos coño críos … El peso de Eliseo por entonces rondaba los109 Kg. Y estábamos muy orgullosos porque en Villadiego, su pueblo, le llamaban Tarzán, por lo grande que era. De jovencillo se subía a los árboles en su tierra natal para coger nidos, el ayuntamiento le daba un dinerillo por ello. Ya de mayor le gustaba observarlos subido a la escaelra de la luz, pero no estaban en los árboles sino en los huecos de la pared de piedra, en la fachada de La Casona, aún hoy pueden verse los huecos porque los nidos parecen preferir el nuevo alerón del tejado.
Volviendo al domingo en el Ebro, algunos niños mas mayores tenían un gran flotador negro hecho con un enorme neumático de rueda de tractor o algo así. Nosotros lo pasábamos muy bien subidos en la tripa de Eliseo cuando hacía de barca con sus 109 kg. Y el mejor que parecía pasárselo era él. Después de la comida, venía la siesta en el pinar ¡Humm! ¡Qué buen olor el de los pinos! ¡Qué paz! ¡qué siestas cundo los niños lo permitían! … pero dejad a vuestro padre en paz, no os sentéis en su cabeza … ni en el estómago que acaba de comer. Pero no les dejes Eli”. Ja, ja, ja, Eliseo siempre riendo … “Pero, si eres mas crío tu que ellos”.
La Trini bendita …
Entre tanto niño y tantas tareas que hacer en casa también había espacio y tiempo, algún que otro verano, para La Trini. Era una veraneanta que por un dinerillo, que bien venía en casa, se quedaba a vivir con nosotros. Ella alquilaba su piso de Bilbao y así todos ganábamos algo. La mujer intentaba colaborar fregotoneando, pero era tan mayor … No paraba de hablar y hablar balbuceando y no sabía retener la saliva en la boca … Bla, bla, bla, mientras fregotoneaba salpicaba saliva a los niños que estaban jugando en el suelo de la cocina. “¿Quién moja?”, dice Carlos, “La Trini bendita” dice sin vacilar Fernando. Qué apuro se pasa Lucy, menos mal que La Trini tampoco oye mucho.
La muela de La Trini …
Vaya con la Trini. Siempre llegaba a casa de algún amigo del pueblo, así por casualidad, a la hora de la comida. Pero nunca le faltó quién pusiera un plato mas en la mesa para ella. Gustaba de aparentar una señora bien de Bilbao desahogada de dinero pero quizás no era así y andaba parecido que todo el mundo de a pié, por aquellos tiempos. Un día estaba molesta con la dentadura pero en lugar de ir al dentista le pidió a Eliseo que le sacara una muela. “¡Pero si yo no soy dentista, que soy electricista!”. “No, no, no importa Eliseo es que me, mo-mo-mooolesta mucho”. Eliseo que no sabía decir que no se puso manos a la obra: “probaré con las alicates, pero no sé, no sé …”. ¡Vaya cuadro! El uno tirando para un lado y la otra para el otro, creo que al final salió la muela o un cacho, quién sabe. Lo importante es que la bendita de la Trini quedó tan contenta con el servicio prestado por el electricista del pueblo.
Begoña y el rosario …
Los veranos eran entretenidos y muy largos, no como ahora que no duran nada, pero entonces daba tiempo a hacer muchísimas cosas: jugar en la plaza, o en las ventanas de las escuelas, ir a las eras, escondernos en la presa, tirarnos agua en la fuente del pestiño o jugar a guardias y ladrones en la Cruz. Begoña tenía una importante misión, además de vigilar a algún que otro hermano, era ir al rosario todos los días. No era una tarea difícil, pero era un coñazo, además el Sr. Cura tenía un horario … justo cuando mejor se lo estaba pasando en la plaza jugando al escondite tocaban la primera y enseguida la segunda y ¡ala! a subir la escalinata. Ese día pudo mas la diversión que la voluntad de la misión impuesta, y se lo saltó. Prefirió seguir jugando y esconderse en el portal de Valentín que estaba oscuro y allí no la encontrarían. Claro que tampoco se percató de que había cinco escaleras y no tres como le pareció cuando las subía corriendo, y ¡zas! de cabeza contra la quinta. Menuda brecha en todo el ojo. La llevaron al practicante Don Julio a curarse, luego sería Don Antonio el encargado de quitarle los puntos, con la perlesía que tenía el hombre, habría que verle intentado acertar a cortar el punto en vez del ojo, Begoña salió sana y salva de milagro, y todo por haberse saltado el ir al rosario.